Vivir con amor y con odio
La ambivalencia afectiva es un claro ejemplo de la complejidad del ser humano. Todos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Experimentamos a menudo sentimientos y emociones opuestas. Somos así de complejos. La inmensa mayoría hemos sido capaces de odiar y amar a la vez. De sentir afecto y decepción a la vez. De sentirnos tristes y alegres en un mismo momento. Son estados normales, que pueden aparecer de forma recurrente.
Tenemos que entender la ambivalencia afectiva como un tipo de emoción extremadamente compleja, donde se da la contradicción, la angustia y la tensión. Podemos tener unos sentimientos muy intensos por la misma persona. Podemos amarla por completo, y a la vez sentir un inmenso rencor por ella. El amor y el odio están presentes por igual, y ello acabará afectándonos a nosotros mismos, y a la propia relación, porque no hay nada peor afectivamente hablando, que querer a alguien y saber que esa relación nos hace daño.
Es normal que nos lleguemos a preguntar si sentir todos esos sentimientos contrapuestos a la vez. Quizás lleguemos a pensar que ello responde a algún tipo de desequilibrio emocional o psicológico. Pero lo cierto es que estamos ante una realidad totalmente normal y propia del ser humano. Somos seres complejos y como tales, tenemos sentimientos con la misma complejidad.
La complejidad emocional del ser humano, es objeto de estudio desde tiempos inmemoriales. Siempre que caemos en la cuenta, nos damos cuenta de que no todo es blanco o negro. Lo cierto es que existen miles de matices. Por tanto, la ambivalencia afectiva es una realidad. Podemos sentir a la vez emociones tan dispares como la alegría y la tristeza, o sentimientos tan antagónicos como el amor y el odio.
Cuando se estudia la ambivalencia afectiva, también se debe estudiar otros factores relacionados, como por ejemplo, la conducta, el comportamiento, y el pensamiento asociado a tal complejidad emocional. Podríamos estudiar a las mujeres que han sido madre, por ejemplo. Estas mujeres aman innegablemente a su bebé recién nacido, pero es tanta la exigencia y la demanda de este, que quizás puede que experimenten emociones y sentimientos de forma caótica, como es el agotamiento, el rechazo, la ternura, o el miedo. Es una mezcla emocional propia de las relaciones entre madres e hijos en los primeros meses de vida de los segundos.
Características de la ambivalencia afectiva
La ambivalencia afectiva la siente y la sufre toda persona en algún momento de su vida. Es un fenómeno propio de la condición humana. Somos seres completos, llenos de emociones, sentimientos y contradicciones. Todos hemos experimentado simultáneamente dos sentimientos opuestos, uno de tracción y otro de repulsión, respecto a una cosa, objeto o persona.
A los profesionales de la psicología, siempre les ha interesado de un modo rotundo este fenómeno emocional, y las causas de la ambivalencia afectiva, ya que es un factor muy importante a la hora de estudiar al ser humano y sus relaciones sociales. Por ello incluso, la psicología social se ha visto totalmente interesada por ello en los últimos años.
Hay que tener en cuenta que vivimos llenos de contradicciones. Nuestras decisiones se basan en ellas. Por ejemplo, cuando queremos comprar algo y no podemos, o dudamos. O aceptar una propuesta de trabajo o no. Son dos ejemplos de la vorágine de contradicciones en la que nos vemos envueltos siempre que queremos tomar una decisión.
Las contradicciones nos paralizan. La ambivalencia afectiva nos genera un gran malestar emocional. No hay nada peor para nuestra mente que verse envuelta en una contradicción, ya que ello altera nuestro equilibrio psicológico. El desgaste es tal en este tipo de situaciones adversas, que a menudo podemos vernos superados y bloqueados por esos sentimientos tan intensos. Estar constantemente en la decisión interior de rechazar o querer a alguien, algo o algún objeto nos lleva al agotamiento, y ello repercute en nuestra autoestima y en nuestro estado anímico.
Lo cierto es que podemos querer a alguien, pero a la vez detestamos cómo se comporta, o sus actitudes, o su modo de tratarnos. Nuestra vida está llena de decisiones, y eso nos pueden generar miedo, estrés, ansiedad y angustia. No es sencillo aceptar esas contradicciones internas.
La ambivalencia emocional nos empuja a tomar decisiones. Es su efecto más positivo en nosotros. Nos impulsa a decidir, a clarificar las situaciones, y aceptar las cosas como son. Nos ayuda a asumir o a cambiar nuestra realidad.
Cuando el amor y el odio por una misma persona vive en nosotros, ello nos obliga irremediablemente a comprender la realidad de esos sentimientos. ¿Es más profundo el odio o el amor que sentimos? Es una cuestión que debemos aclarar nosotros mismos. Es nuestra obligación personal, tomar conciencia de nuestra realidad, y tomar de ese modo, las decisiones que creamos oportunas.
Por tanto, podemos decir que la ambivalencia afectiva favorece la autoconciencia. Es algo que nuestra mente necesita comprender y resolver. De igual modo, este tipo de contracciones, nos ayudan a buscar las mejores soluciones. Nos otorga creatividad, y hace que gestionemos nuestros pensamientos, sentimientos y emociones, ayudándonos a resolver cualquier contradicción.
A modo de conclusión decir que, cuando nos veamos en estos tipos de laberintos emocionales, debemos detenernos, escucharnos y entender qué ocurre. Debemos buscar ese silencio interno, para combatir todo el ruido que nos llega del exterior. De ese modo podremos gestionar adecuadamente todo lo que sentimos y experimentamos.
La vida es por sí misma contradictoria, y aún lo son más, nuestros afectos. Querer a alguien no es fácil. Requiere que estemos bien emocionalmente, y nos decidamos por el compromiso. De ese modo podemos resolver todas nuestras contradicciones, y avanzar.
Daniel Molina, Psicólogo Emocional Online