Cómo dejar de pensar mal de los demás

Dejar de pensar mal de los demás

Las experiencias negativas pueden hacer que percibamos a los demás de un modo negativo. Centrándonos en lo malo que hay en las personas que nos rodean, puede hacer que nuestra vida social, familiar y afectiva se empobrezca. No seremos capaces de confiar en nadie, y vivir siempre bajo la sospecha de que nos harán daño, hará que nos aislemos cada vez más. Y eso nos destruirá por completo. En este artículo descubriremos como dejar de pensar mal de los demás.

Es cierto que todos tenemos defectos y fallos. Es algo totalmente normal. Pero también tenemos miles de virtudes que debemos tener en cuenta. Las personas que desconfían de los demás, solo se centran en lo negativo, dejando a un lado todo lo bueno que hay en esas personas. Esos prejuicios hacen que esa persona se vaya aislando cada vez más por su miedo a que alguien le haga daño. Y la verdad es que no podemos controlar como se comportan los demás. Por tanto, no podemos dejar que nuestros miedos se apoderen de nosotros.

Las personas que no dejan de pensar mal de los demás son personas heridas. Personas que han sufrido experiencias negativas en el pasado, en las que los demás les han hecho mucho daño. Ese miedo a volver a experimentar esa clase de dolor, les hace ser desconfiados hasta niveles muy dañinos. Vivir bajo el miedo a que alguien te haga daño te puede robar muchas experiencias positivas y enriquecedoras. No se puede vivir bajo el yugo del miedo. Nunca es la solución, ni nos protege de nada ni de nadie.

Si eres una persona dañada que desconfías de los demás, debes aprender cómo dejar de pensar mal de los demás, y abrirte de nuevo al mundo, aceptando las nuevas experiencias que se te presenten, y aprendiendo de ellas. Nadie debe vivir en un pasado que no puede cambiar ni revivir. Debemos aprender de todo lo que hemos vivido, y sacar de todo las lecciones más valiosas que podamos. Pero en ningún caso debemos caer presos del miedo.

El hábito de pensar mal de los demás

Desconfiar de los demás por sistema parte de la base de querer anticiparnos ante la posibilidad de que alguien nos haga daño. Realmente no podemos controlar el comportamiento de los demás, e intentar anticiparnos a los acontecimientos es debido a querer rebajar nuestros niveles de ansiedad. Sin embargo, debemos comprender que es una ilusión, y estar tan en alerta lo que hace es aumentar nuestros niveles de estrés, y dar paso a la temida ansiedad.

La gran consecuencia de no confiar en los demás es que cada vez nos aislemos más, y no vivamos de forma plena, siempre sumergidos en un miedo profundo e intenso. Además, las relaciones que podamos establecer siempre serán superfluas y tóxicas, debido a que estaremos a la defensiva en todo momento, y de ese modo no se puede querer plenamente. Con ello perdemos la posibilidad de establecer vínculos estables y profundos con nadie.

Lo peor de todo es que cuando nuestra desconfianza es tan extrema, los peores augurios se hacen realidad. Porque cuando nos centramos en lo malo de las personas, y somos tan desconfiados, los demás también desconfiarán de nosotros, porque la desconfianza genera desconfianza, y al final acabaremos atacados por los demás. La paradoja es que intentar que nadie nos haga daño puede propiciar que lo hagan. Por ese motivo es inútil dejar que el miedo se adueñe de nosotros, y acabemos siendo la sombra de quienes somos realmente. No podemos vivir siempre asustados, porque de ese modo nos perdemos todas esas experiencias que deberíamos vivir.

El dolor de un pasado no superado

Una persona que vive en la desconfianza es alguien que sufre, y es incapaz de dejar el pasado. Aquellas vivencias negativas están presentes en cada momento, y no puede avanzar. Sus relaciones se basan en la no confianza, y eso les lleva a estar cada vez más aislados del mundo y de ellos mismos. Sus miedos contribuyen a que todo ese dolor del pasado esté siempre presente, haciéndole el mismo daño que entonces, y arruinándoles su existencia. Son personas que deben aprender como dejar de pensar mal de los demás.

Cuando no afrontamos nuestro dolor, este se apodera de nosotros, y nos llega a afectar en todos los ámbitos de nuestra vida. Una persona que desconfía siempre a los demás es alguien que ha sufrido en exceso, y ese dolor debe ser tratado. De lo contrario, si esa persona no tratar aquello que tanto daño le hace, ese dolor siempre le perseguirá, como le persigue su propio pasado. Debemos aprender a buscar ayuda para afrontar todo lo que nos genera sufrimiento. No podemos vivir con esa carga.

El pasado siempre pesa, y más aún cuando ha sido un pasado traumático. Cuando estamos creciendo tenemos que confiar en aquellas personas más cercanas, que deben querernos y protegernos, pero si obtenemos rechazos, reproches o indiferencia, nuestra confianza se verá dañada. Por ese motivo, es necesario hacer las paces con nuestro propio pasado, y mirar hacia un futuro que es solo nuestro. No podemos permitirnos vivir eternamente en un pasado que no podemos cambiar, ya que de ese modo nos estamos perdiendo un presente que vale la pena vivirlo sin ese dolor. Debemos aprender siempre a pedir ayuda.

Consecuencias psicológicas de pensar mal de los demás

La primera consecuencia psicológica de pensar mal de los demás es la calidad de las relaciones. La desconfianza genera desconfianza, por tanto, una persona que desconfía de la otra persona, nunca podrá establecer unos lazos afectivos, maduros y constructivos, sino que será una relación evitativa y dominada por el miedo. Eso siempre genera un gran sufrimiento a ambas personas, y puede propiciar el fin de cualquier relación.

Estar en alerta de forma constante por si alguien nos hace daño, puede hacer que nuestros niveles de estrés se eleven. Y ese aumento del estrés puede llevarnos a padecer la temida ansiedad. El miedo siempre alimentará a nuestra ansiedad, y puede propiciar los síntomas propios de esta trastorno. También todo esto afectará a nuestro estado de ánimo. Pensar mal de los demás solo hace que nos centremos en todo lo negativo de las personas, y esa negatividad nos puede llevar a sufrir algún episodio depresivo.

No hacer las paces con nuestro pasado, y con las personas que nos han hecho daño puede favorecer la aparición de ciertas emociones. Emociones que pueden ser tan dañinas como el rencor, la ira o la rabia. Tenemos que aprender a liberarnos de toda esa carga, y dejar de vivir con miedo. El pasado no se puede cambiar, y no podemos vivir siempre en guardia. De ese modo no podemos avanzar, ni tampoco evolucionar.

Cómo dejar de pensar mal de los demás

Para aprender cómo dejar de pensar mal de los demás, debemos perdonar y perdonarnos a nosotros mismos. Podemos haber sufrido muy malas experiencias en nuestra vida, pero debemos tener la capacidad de pasar página y seguir con nuestras vidas, y eso solamente se consigue mediante el perdón. Perdonar nos libera de toda esa carga y ese dolor que hemos podido sufrir. No significa olvidar, significa pasar página y dejar atrás un pasado que no podemos cambiar.

No podemos centrarnos solo en lo malo de los demás. Todos tenemos fallos, y quizás también nosotros hemos podido hacer daño a otras personas. A veces cometemos fallos, y esos fallos afectan a los demás. Por ese motivo, todos merecemos una segunda oportunidad, y que no nos tachen de malvados por un fallo que pudimos tener. Por todo ello no debemos ser tan exigentes y rígidos con los demás, y perdonar. Sin embargo, ese perdón tiene mucho que ver con perdonarnos a nosotros mismos.

Por supuesto que no debemos confiar plenamente a todo el mundo. Hay personas que difícilmente puedes confiar, pero lo que no podemos hacer es desconfiar de toda persona que entre en nuestras vidas. Debemos aprender a confiar, y si esa persona nos llega a fallar, entonces debemos tener la capacidad de apartarla de nuestras vidas, y seguir nuestro camino. Si la desconfianza y el miedo se apoderan de ti, no dudes en buscar ayuda profesional. La terapia te ayudará a liberarte de toda esa pesada carga, y así volver a sentirte bien de nuevo. ¡Adelante!

Daniel Molina, Psicólogo Emocional Online

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