Cuando las preocupaciones se vuelven patológicas

¿las preocupaciones se pueden volver patológicas?

Simplemente el día a día nos lleva a sufrir miles de preocupaciones. Hay que pagar el recibo del gas, debo acompañar a mi hijo al dentista, cómo debo realizar el siguiente informe. Todos estos ejemplos, nos muestran algunas de las preocupaciones que podemos llegar a padecer, y por muy simples que nos parezcan de forma individual, el cúmulo de ellas puede hacer que caigamos enfermos. Es cuando las preocupaciones se vuelven patológicas.

En la vida no hay nada inamovible. Todos son cambios, y siempre estaremos expuestos a situaciones que son adversas, o nos pueden parecer así. Nos podemos preocupar por todo, la incertidumbre y un futuro incierto hace que nos podamos sentir totalmente inseguros. Es cierto que normalmente nos preocupamos por cosas cotidianas, pero que para nosotros tienen una gran importancia. Esas preocupaciones, si no están bien gestionadas a nivel emocional, puede acarrear multitud de trastornos como veremos a continuación.

Cuando las preocupaciones se vuelven patológicas es porque no somos capaces de gestionar adecuadamente aquello que nos asusta y nos aterra. El futuro es algo incierto, y siempre guarda cierta parte imprevista que nos produce miedo. Vivir con miedo nos condiciona y nos limita por completo. Al final el miedo es como una enfermedad que se va apropiando de ti, una vez está dentro, y es capaz de destrizarte si no lo tratas con la firmeza que requiere.

Tenemos que tener en cuenta que lo que realmente puede llegar a enfermarnos no es la preocupación en si, sino la suma de todas ellas y cómo somos capaces de gestionarlo. No es nada sencillo controlar los miedos y nuestras inseguridades. No siempre vamos a saber cómo podemos reaccionar adecuadamente a una situación o situaciones que nos superan.

¿Por qué nos preocupamos?

Preocuparse tiene una finalidad muy clara: resolver todos los problemas que se nos presentan diariamente. Buscamos soluciones a todas las adversidades, pero a veces eso nos obsesiona, o simplemente, no somos capaces de gestionar tanta incertidumbre, y es cuando las preocupaciones se vuelven patológicas.

Las preocupaciones en cierto modo nos activan y nos vuelve resolutivos, pero pagamos un cierto peaje por estar tan atentos ante todos los problemas que podamos tener. Primero nos volvemos temerosos y obsesivos por todo aquello que pueda pasar. Ello nos produce cierto estrés que puede llegar a degenerar en ansiedad. También nos hace estar siempre centrados en todos los estímulos que nos rodean, y cómo los gestionamos. Las preocupaciones hacen que siempre estemos en un estado de alerta que, de no ser gestionado adecuadamente, puede desembocar en la temida ansiedad.

Cuando las preocupaciones se vuelven patológicas

Las preocupaciones son el comienzo de la ansiedad, y es porque se alimenta del mismo miedo. Quien se preocupa en exceso es porque tiene miedo a que algo malo suceda, algo que no pueda controlar y qué le dañe o haga daño a alguien querido. Es el mismo principio que la ansiedad. Todo aquello que no podemos controlar, nos produce un gran nivel de estrés. Este estrés mal gestionado, y prolongado en el tiempo, genera inevitablemente la temida ansiedad.

Sabemos que es poco racional tener miedo de tener que ir al dentista, por ejemplo, pero tememos que nos hagan daño o que algo salga mal. Esta es una preocupación liviana y cotidiana. Por si sola no nos perturba por completo. Es la suma de todas las preocupaciones, llegando estas a sobrepasarnos, la que hace que las preocupaciones se vuelvan patológicas, y den lugar a ciertos trastornos como puede ser la ansiedad, el estrés, una baja autoestima, o la bajada del estado anímico.

Si estamos totalmente absortos en nuestras preocupaciones, podemos llegar a desarrollar una baja autoestima. Todo ello es producido por una percepción negativa acerca de nosotros mismos, y de nuestra capacidad para gestionar las adversidades. Ello nos crea una gran sensación de inseguridad, y de poca adaptación.

Cuando las preocupaciones se vuelven patológicas, el nivel de estrés es excesivamente elevado. Todo nos preocupa con una intensidad totalmente nociva. Estamos totalmente sumergidos en esas preocupaciones, y percibimos todo como un posible peligro. Ello prolongado en tiempo, da paso de forma irremediable a la temida ansiedad.

Por último, tengo que hacer hincapié en la relación que existe entre el estado de ánimo y las preocupaciones. Cuando estas últimas se amontonan y no podemos gestionarlas adecuadamente, nuestro estado de ánimo baja inevitablemente. Sentirnos bajo de moral forma parte del hecho de no ser capaz de soportar el peso de las preocupaciones, y no saber cómo poder gestionarlas efectivamente.

Cómo gestionar nuestras preocupaciones

Preocupaciones siempre vamos a tener. Eso es algo inevitable y propio del ser humano. Ya he dicho que su función es la de resolución de problemas. Siempre intentamos adelantarnos a ellos con tal de mitigar los posibles efectos adversos. Pero no podemos obsesionarnos con ello, porque si no es cuando las preocupaciones se vuelven patológicas.

Aun así, para reducir la intensidad de nuestras preocupaciones y de ese modo gestionarlas mejor, podemos seguir algunos consejos para ello. Y entre estos podemos encontrar:

  • Exprésate. No te guardes las preocupaciones para ti. Verbalizar aquello que te preocupa te ayudará a procesarlo mejor, y de paso, tener la ayuda que necesitas de los demás. Siempre es positivo tener una segunda opinión, porque quizás aquello que nos preocupa no sea para tanto, y podemos racionalizarlo.
  • Relájate. Si tu mente está llena de ruido, te será muy difícil poder gestionar cualquier adversidad que se te presente. Es esencial tener la cabeza en calma. Para ello pueden hacer cualquier actividad que te permita estar tranquilo y relajado, como puede ser el yoga, o la reflexión terapéutica. Gracias a una mente en paz podremos gestionar cualquier problema de un modo más calmado y conciso.
  • Céntrate en las soluciones. Problemas siempre vamos a tener. No debemos obsesionarnos ni caer en la trampa de la desesperanza. Debemos centrarnos en cómo salir de esa problemática. Ello nos aportará las energías y el método más apropiado para afrontar cada situación.

Cuando las preocupaciones se vuelven patológicas, debemos tomar la decisión de pedir ayuda profesional. Si no somos capaces de gestionar adecuadamente nuestras preocupaciones, ello nos llevará a sufrir diversos trastornos, como son la depresión, la baja autoestima, o la ansiedad. No debemos mirar hacia otro lado, y darle la importancia que merece. ¡Adelante!

Daniel Molina, Psicólogo Emocional Online

Scroll al inicio