El silencio como castigo
Dejar de hablar a alguien es un método muy efectivo de castigo emocional. Es una herramienta utilizada por ciertas personas como método de expresar su enfado. En ocasiones el silencio como castigo se lleva a cabo para conseguir que la otra persona acabe aceptando nuestros deseos. Acaba convirtiéndose en si en una manipulación emocional. Es el silencio como castigo.
Lo ideal cuando se produce algún conflicto es hablarlo. Es de ese modo como se soluciona todo. Pero el dejar de hablar a la otra persona, lo único que se consigue es introducir más tensión a la problemática, y que la otra persona acabe sometiéndose si quiere arreglar las cosas.
El silencio como castigo no deja de ser una lucha de poder. Con ese silencio la persona manipuladora intenta someter a su víctima, cuya autoestima baja no soporta que la persona que quiere le deje de hablar. Con ese tipo de silencio no se consiguen arreglar los conflictos, sino el sometimiento de los demás.
Como bien pensarás, el silencio como castigo es una actitud infantil, pero a la persona manipuladora le sirve para doblegar las voluntades de los demás. De ese modo tendrá a personas capaces de hacer lo que sea por no obtener su silencio de ellas.
¿Por qué castigar con el silencio?
Existen diversas argumentaciones a la hora de defender el silencio como castigo, y que eso sea válido. Lo que se busca en estos actos es castigar a la otra persona, y así que entienda nuestros reproches. ¿Por qué se emplea el silencio?:
- Es mejor dejar de hablar a alguien con tal de evitar una discusión donde haya insultos.
- Cuando la otra persona es incapaz de escuchar, y con el silencio, se propicia que la otra persona llegue a hacer caso.
- Hasta que la otra persona se disculpe. Con el silencio puede ser una herramienta muy efectiva para doblegar a los demás.
- Para hacer que la otra persona ceda. Ya que la persona manipuladora no está dispuesta a ceder.
En todos los casos, el silencio se sitúa para el manipulador emocional, como la mejor táctica para hacer ceder a la otra persona, y conseguir todo lo que desea. El silencio como castigo es un método nefasto para la resolución de problemas, porque no los resuelve, sino que se somete a la parte más débil del propio conflicto.
El silencio como castigo como manipulación
El silencio en si puede tener miles de significados. Muchos de ellos tienen un carácter violento y manipulativo. Dejar de hablar a alguien es asumir un perfil pasivo-agresivo. Es decir, se está violentando a la otra persona sosteniendo una actitud pasiva.
Este tipo de acciones son tan agresivas, y hacen tanto daño en la persona a la que va dirigido, como la agresión directa. El silencio es tan nocivo porque se convierte en algo que es susceptible a cualquier tipo de interpretación.
Cuando alguien opta por el silencio para resolver cualquier conflicto, tiene como expectativa directa, someter a la otra persona. Que esta ceda y al final la persona manipuladora se salga con la suya.
El silencio es distancia, y esta no es jamás buena aliada para aclarar o resolver cualquier conflicto. Así que quien opta por el silencio como castigo quiere imponer su criterio respecto a la otra persona.
El silencio como castigo como método de maltrato
Cuando se ejerce el silencio como castigo, se convierte este en una herramienta cómplice del maltratador. Es de ese modo como ejerce su poder. El silencio que perpetúa es capaz de doblegar a las personas débiles que quiere someter.
Cuando una persona maltratadora utiliza el silencio, y le funciona, siempre la empleará. Sabe que con ese silencio pude conseguir de sus víctimas todo aquello que desea alcanzar, y solamente debe tomar una actitud pasiva.
También el silencio se convierte en el aliado del maltratador, cuando una vez que se cierra la puerta de su casa, dispone de su víctima a su antojo. Si consigue que ella sea incapaz de romper su silencio y no denunciarle, podrá hacer con ella aquello que quiera.
Por tanto, de una forma u otra, el silencio malintencionado puede ser una arma letal y efectiva capaz de someter a cualquier víctima. El silencio jamás debe ser un castigo, ni utilizado para silenciar las agresiones.
El silencio dosificado
Este tipo de silencio es otra forma efectiva de agresión pasiva. Es un silencio como castigo de igual modo, pero se definiría como la capacidad de controlar una comunicación, en la que el silencio ejerce un papel esencial, y tiene como objetivo principal, debilitar a la otra persona.
No solamente se manipula mediante la palabra como ya hemos visto, sino que por medio de silencios podemos alcanzar de la otra persona lo que queramos. Es una táctica efectiva, capaz de ser empleada sin que la víctima no perciba tal manipulación emocional.
El silencio es aplicado en estos casos estratégicamente. Es un tipo de manipulación emocional donde se mezcla el acercamiento con la lejanía que proporciona el silencio. La persona manipuladora es quien marca el ritmo dela comunicación, de ese modo se garantiza tener el poder respecto a la otra persona.
Cómo se ejerce el silencio dosificado
Este tipo de silencio se manifiesta de muchas formas. Una de las más frecuentes es cuando se deja hablar a la otra persona con la intención de estudiarla y sondearla, y de ese modo poder manipularla posteriormente. Decir que no toda persona que te deje hablar lo hace por manipularte. Cuando una persona oculta una intención, podemos desenmascararla teniendo en cuenta diferentes signos. Por ejemplo: el hecho de que hablará poco de sí misma, o lo hará con evasivas.
Otra de las formas más frecuentes de silencio dosificado, es romper la comunicación con la otra persona con cualquier excusa como, por ejemplo: contestar una llamada, o recoger algún objeto. Una vez rota la comunicación, la retomará de forma inesperada. Esto se produce por el deseo de manejar la conversación y llevarla por donde quiere la persona manipuladora. Si le recriminas su comportamiento, dirá que son impresiones tuyas, que estás equivocándote.
También existe un silencio dosificado cuando una de las partes censura a la otra persona sobre ciertos temas. Es decir, solo se puede mantener las conversaciones que el manipulador quiere por un motivo u otro.
Una última forma de silencio dosificado lo encontramos en el hecho de guardarse información a la otra persona con tal de poder manipularla, y que esta no le descubra sabiendo la verdad de lo ocurrido. Pero es un método de poder, y solo dar a la víctima la información que ellos quieren e interesa.
El silencio es poder
Hay que distinguir entre el silencio manipulativo y el silencio espontáneo. Y la diferencia solamente está en el propósito. Mientras que, en el silencio normal, no se persigue ninguna meta, el silencio manipulativo busca someter a la otra persona.
Es cierto que existen personas tímidas que le resulta muy complicado relacionarse y expresarse adecuadamente. Pero quien utiliza el silencio como método de manipulación no lo hace por timidez, sino por poder, y eso siempre se acaba notando.
La persona manipulativa maneja la comunicación y los silencios a su antojo. Estudia a su víctima, y sabe cómo conseguir manipularla. Por ese motivo debemos aprender a distinguir entre un silencio provocado y cuál no lo es.
El silencio sano
Todos sabemos que hay situaciones que debemos callar, ya sea por evitar hacer daño a la otra persona, o porque estemos muy exaltados, o quizás no sea el momento adecuado. Son motivaciones sanas del empleo del silencio. Se busca, en estos casos, no agravar una problemática.
Hay circunstancias que es mejor callar. Son decisiones inteligentes, y prudentes. Para manejar esos silencios se requiere una cierta madurez emocional. Es decir, la experiencia nos enseña que en ciertos momentos es mejor no decir nada.
El silencio en estos casos es sano. Se busca mejores condiciones para poder conversar. No busca hacer daño ni manipular a nadie. Al final este tipo de comunicación tóxica no lleva a ninguna parte. La persona manipuladora tarde o temprano es desenmascarada y todo su manejo de los silencios, y de la propia comunicación no servirán para nada. Así que, si utilizas el silencio, que no sea un silencio como castigo, sino un silencio maduro y sano.
Daniel Molina, Psicólogo Emocional Online