Heridas emocionales de la infancia

Las heridas que nos acompañan desde la infancia

Nuestro dolor y nuestro sufrimiento es fruto de nuestras vivencias y experiencias. Somos aquello que hemos sufrido. Desde pequeños estamos expuestos a ciertas conductas de los demás que nos pueden hacer mucho daño. Ese dolor nos acompañará durante toda nuestra vida, mientras que no tratemos esas heridas emocionales de la infancia. Porque un niño que no ha recibido un buen trato, se convertirá en un adulto herido, sin duda.

Cuando somos pequeños somos muy vulnerables, ya que no tenemos ni la madurez ni las herramientas emocionales para hacer frente a situaciones dolorosas y traumáticas. La edad puede hacer que se potencie o intensifique ese dolor, y tenga su eco en la etapa adulta. Las experiencias negativas dejan su huella en nuestro interior, y es capaz de determinar toda nuestra vida, como la clase de persona que elegimos como pareja, nuestra carrera académica, o el tipo de trabajo que seleccionamos. Las heridas del pasado determinan en cierta medida nuestro presente, y si se lo permitimos, también a nuestro futuro.

Todo niño es dependiente de las personas que están a su alrededor. Todos necesitamos cuando somos pequeños, los cuidados y la protección de quien nos atiende, es decir, en la mayoría de las veces, nuestros padres. Ellos son quienes más tienen que cuidarnos, pero si no obtenemos esos cuidados, y solamente recibimos reproches y malos tratos, eso formará en nuestro interior las temidas heridas emocionales que nos acompañarán para siempre.

Si una persona desde pequeño se le ha negado todos los cuidados que necesitaba, entenderá que los apegos tóxicos es la normalidad. Conductas como la dependencia son propios de tener heridas emocionales que nos acompañan desde siempre, y nos convierte en la sombra de quien realmente somos. No podemos llegar a ser personas psicológicamente sanas si arrastramos todas las heridas emocionales de la infancia.

Las principales heridas emocionales de la infancia

Muchas de nuestras heridas se producen en nuestra infancia. Una edad en la cual somos más vulnerable, y recibir un trato no adecuado de las personas que más tienen que cuidarnos, y protegernos, puede hacer que nos percibamos de un modo negativo, y percibamos el mundo que nos rodea como hostil y peligroso. Las personas heridas suelen volverse temerosas, y ese miedo le hará evitar aquello que tanto teme, y eso condicionará por completo su vida.

Todas las heridas nos recuerdan que tenemos un pasado que debemos superar. No se puede mirar hacia otro lado, y esperar que ese dolor sane por si solo. Eso nunca ocurre. Para curar todo ese sufrimiento es necesario antes identificar cuáles son nuestras heridas, y como repercuten en nuestra vida. Solamente conociendo nuestro dolor, podremos hacerle frente, y superarlo. Para ello es imprescindible conocer las principales heridas emocionales de la infancia. Y dichas heridas son:

  • Heridas del rechazo. Sentir como los demás, y sobre todo aquellas personas que más tienen que cuidarnos y protegernos como son nuestros padres, se van de nuestro lado, nos critican, y nos hacen sentimos desplazados, ello nos generará un miedo atroz al rechazo, ya que todos queremos sentir la aceptación y el cariño de los demás, y esta clase de heridas hará que la persona que la sufre, desarrolle un temor muy intenso a sentir de nuevo ese rechazo que tanto daño le hizo, y que aún le hace. Para no sentirse así puede desarrollar conductas de dependencia, es decir, hará todo lo posible por ser acepadas por las personas que quiere a su lado, aunque eso signifique dejarse a si misma a un lado.
  • Heridas del abandono. Si un niño se siente abandonado, con toda la experimentación de emociones tan terribles como el miedo, hará que ese mismo niño se convierta en una persona temerosa de sentirse abandonado. El miedo a la soledad, o no tener a nadie a su lado que le pueda proporcionar las atenciones que tanto necesita, puede hacer que esta clase de personas hagan todo lo posible por estar con aquellas personas que le hacen sentirse bien, y seguro. El miedo al abandono es un generador de dependencia, y ese tipo de dependencia les puede llevar a mantener relaciones totalmente tóxicas.
  • Heridas de la humillación. Todas las heridas emocionales nacen de un maltrato, y la humillación es la técnica más efectiva para destruir la autoestima de alguien, y de esa manera someterla. Es propio de personas que quieren someter a los demás, para así aprovecharse de ello. Pero esas heridas, harán que la persona que ha sufrido humillaciones desde su infancia, acabe aceptándolas, y permitiéndolas incluso en su vida de adulto. Si alguien importante para ti, te insiste que no vales la pena durante toda tu vida, al final acabarás creyéndole, con todo lo que ello supone.
  • Heridas de la traición. Sentirse engañado por las personas que más debemos confiar es siempre doloroso, y acaba por condicionar todas las relaciones futuras. Una persona traicionada nunca bajará la guardia, y siempre estará en alerta, intentando prever que nadie vuelva a traicionarle. Las personas traicionadas se convertirán en adultos desconfiados, que no lograrán conectar con nadie por el miedo a que le vuelvan a engañar, y a jugar con él. Por tanto, es una herida que condiciona preferentemente a las relaciones que esta clase de personas establecen.
  • Heridas por la justicia. Si alguien opina que ha sido injustamente tratado, ello generará en esa persona una serie de emociones muy negativas como la rabia, el rencor, o la ira. Padecer ese tipo de sentimientos al final repercute en el bienestar emocional de la persona que los padece. Una persona que ha padecido la injusticia, tendrá en su madurez una postura muy rígida acerca de todo, incluso de sus relaciones, de su forma de pensar y actuar. Todo será para esas personas, blanco o negro, y eso siempre acaba por aumentar el dolor. Quien es rígido en su comportamiento y en sus pensamientos acaba sufriendo, y haciendo sufrir a los demás.

Cómo nos afecta nuestras heridas para elegir pareja

Como ya he dicho anteriormente, todas nuestras experiencias y vivencias afectan de un modo irremediable el modo de pensar, de actuar y de relacionarnos en nuestro presente. Todo el dolor que hemos sufrido, en cierta manera, determinará nuestra vida, si no sanamos cada una de nuestras heridas emocionales de la infancia. Esas heridas también van a determinar el tipo de vínculo que vamos a establecer con los demás a lo largo de nuestra vida.

Uno de los vínculos más importantes en nuestra vida es con nuestra pareja. Nuestras heridas son capaces de determinar la clase de personas que elegimos, para compartir el camino. Por ejemplo, quien padezca heridas relacionadas con el rechazo, siempre querrá agradar a su pareja y se someterá a ella con tal de conseguir, eso dificultará la intimidad y la comunicación.

Las personas que han sufrido el rechazo de sus seres queridos y cercanos, desarrollará una fuerte dependencia. Esa persona quiere ser aceptada y querida por los demás, y será capaz de hacer lo que sea para conseguirlo. Estas heridas le llevará a tener relaciones con personas que le muestren el interés suficiente, y le dé las atenciones que tanto necesita. Esa dependencia emocional puede llevarle a relaciones muy tóxicas, donde puede hacer manipulación, chantaje o incluso abuso. Son relaciones muy destructivas.

La humillación puede hacer que acabemos aceptando las percepciones negativas que esas personas tienen hacia nosotros. Soportar las críticas y los reproches, pueden llevarnos a padecer una humillación que iremos interiorizando hasta hacerlas nuestras. Ello llevará a esta clase de personas a elegir personas que certifiquen aquello que siempre le han dicho, es decir, que repliquen esas humillaciones. Escapar de esas opiniones y críticas es realmente complicado.

Sentirse traicionado, nos vuelve desconfiados, y nos impide conocer a los demás plenamente. El miedo a la propia traición puede hacer que esta clase de personas establezcan relaciones más superficiales. Relaciones que impida que la otra persona no tenga que traicionarle, y si lo hace, que pueda abandonar esa relación de un modo rápido. Estar tan atento a las señales de traición de la otra persona, les impide completamente tener relaciones profundas y sanas.

Respeto a las heridas centradas en la injusticia, decir que las personas que se han sentido injustamente tratadas, se convertirán en personas rígidas, donde todo debe ser para ellos de una determinada forma, y eso sin duda puede atentar con el buen funcionamiento de cualquier pareja. Cuando no hay consenso, y solamente una persona impide su voluntad en una relación, se convierte automáticamente en tóxica.

Como hemos podido comprobar, todas nuestras heridas determinan todas nuestras relaciones, así como nuestro modo de actuar, de querer, o de pensar. Debemos apostar por sanar esas heridas, y no dejar que nos condiciona toda nuestra vida. Todos tenemos el derecho a tener relaciones sanas, y de sentirnos bien. Por ello, tenemos que tomar todas las decisiones que nos ayuden a cerrar cada una de nuestras heridas emocionales.

Cómo afrontar nuestras heridas

Tenemos que entender que nuestras heridas son el fruto del maltrato que hemos recibido. No somos culpables, somos víctimas, y tenemos que dejarnos ayudar. La única forma de sanar todas nuestras heridas emocionales de la infancia, es mediante la terapia. Gracias a ella podemos obtener todas las herramientas que necesitamos para poder afrontar nuestro dolor, y cerrar todo ese daño que hemos recibido. Así que, apuesta por ti. Apuesta por la terapia. ¡Adelante!

Daniel Molina, Psicólogo Emocional Online

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