Todo divorcio o ruptura matrimonial conlleva un naufragio emocional, donde aparecen el miedo, el dolor o la rabia. Todo fracaso provoca heridas que deben de ser tratadas con esfuerzo y tiempo. Es importante saber que los hijos no se divorcian, y que no deben pagar los platos rotos de los problemas que hayan sufrido como pareja sus padres.
La familia tiene para cada uno de sus miembros implicaciones tan profundas de protección, amor, y confianza, que una vez que se han roto los lazos que unen a las personas adultas, los niños se pueden ver en una zozobra emocional difícilmente tratable.
Las rupturas sentimentales reflejan nuestra historia personal, y de cómo somos capaces de actuar ante la frustración. Cuando una pareja se rompe, se debería tener en cuenta cómo va afectar a los menores, y cómo reconducir todo el dolor que están sufriendo.
Como ya he dicho, los hijos no se divorcian. Aunque sus padres se separen, ellos siempre van a ser siempre sus hijos. Por tanto, durante todo el proceso de divorcio, y posteriormente, los niños deben ser cuidados, amados y respetados. Y por encima de todo hay que proporcionarles todo el apoyo emocional posible, porque los hijos no se divorcian.
Cómo comunicar un divorcio a los hijos
Si es cierto que toda ruptura conlleva dolor y sufrimiento por ambas partes, los hijos no tienen porqué sufrir tales consecuencias. Debemos evitarles todo el desgaste y dolor emocional que todo un proceso de divorcio conlleva.
Para ello lo primero que debemos hacer es tenerlos en cuenta en todo momento. Debemos comunicarles todo lo que ha sucedido, explicándoles qué cambios habrá, y cómo se va a proceder.
Existen ciertos puntos a tener en cuenta a la hora de comunicar a nuestros hijos el divorcio:
- Buscar el momento adecuado. Antes de comunicarle la ruptura de la pareja, debemos antes haber hablado y mediado acerca de cómo proceder para que los hijos no sufran. Tenemos que buscar posteriormente un momento que sea propicio para estar tranquilos y explicarles lo que ha sucedido, y todo lo que ello conllevará.
- Hay que comunicarlo los dos a la vez. No es positivo que cada miembro de la pareja le comunique por separado a los hijos el divorcio. La ruptura debe ser comunicada por ambos padres a la vez, dándole toda la naturalidad que se pueda.
- Anticípate a sus dudas. Piensa que tus hijos se expondrán a valoraciones de amigos o compañeros de colegio, que le pueden inculcar ideas equivocadas de cómo será el divorcio, y cómo afectará a sus vidas. Es mejor que les dejes claro desde el principio cuáles serán los cambios reales, y que el divorcio no tiene que afectar a sus vidas de un modo catastrófico.
- Asegúrate de trasmitir a tus hijos que no son los culpables. En toda ruptura sentimental, las personas menos involucradas en ello, como son los hijos, pueden desarrollar un sentimiento de culpa propio de quien no sabe aún gestionar la realidad, debido a su inmadurez. Por ese motivo hay que dejarles claro que nadie tiene la culpa de la ruptura, que existen parejas que se rompen por diferentes motivos.
- Hablad bien el uno del otro. Es importante que los hijos capten la buena voluntad y el respeto en sus padres, y no el odio o el rencor. Si ven conciliación y buenas maneras todo fluirá mejor, y habrá menos dolor emocional posteriormente.
Efectos del divorcio en los hijos
Aunque el divorcio sea pactado y se haya hecho de manera natural, siempre deja una huella imborrable en los hijos. Los hijos no se divorcian, y cuando se produce una separación de sus padres, ellos caen en un profundo sentimiento de incertidumbre, dolor y sufrimiento que les ha proporcionado la caía de sus pilares más sólidos de sus vidas: la familia.
Los niños ante el divorcio temen sobretodo perder el cariño y amor de sus padres. Pudiendo desarrollar diversos trastornos relacionados con el miedo, como puede ser la ansiedad, la tristeza, alteraciones del sueño y la alimentación.
Son reacciones propias de quien teme ser abandonado o dejado a un lado. Cuando una persona no tiene la suficiente madurez mental de gestionar el divorcio de sus padres, puede desarrollar graves trastornos emocionales. Por ese motivo es necesario la intervención del psicólogo.
Si el niño no ha tenido un apoyo emocional adecuado puede arrastrar dicha problemática a la edad adulta. Personas ya adultas cuyos padres se divorciaron en su niñez. Afirman que continúan sintiendo un profundo temor a ser abandonados, y por tanto sus relaciones sentimentales llegan a ser inmaduras y poco satisfactorias. Todas estas personas nunca tuvieron ningún tratamiento psicológico que les ayudará en el proceso de divorcio de sus padres.
Por último decir, que cuando el divorcio se produce cuando los hijos son adolescentes, estos son más propensos estadísticamente a abusar del alcohol y las drogas, además de llegar a desarrollar una afectividad inmadura.
Como hemos visto es necesario todo el apoyo emocional y psicológico que pueda tener el niño durante el divorcio de sus padres. Ello le ayudará a gestionar mejor aquello que de otra manera no entendería y por ende, le dejaría una huella imborrable en su alma.
El síndrome de Salomón
Cuenta el texto bíblico que dos mujeres se peleaban entre sí por un niño, que ambas afirman ser su madre. Como no hubo conciliación posible, fueron a pedir consejo al sabio Rey Salomón. Este al ver la problemática, decidió resolver el asunto cortando al niño por la mitad, y darles cada parte del niño a las dos mujeres. Pero la verdadera madre en medio de un llanto inconsolable rechazo que cortarán al niño por la mitad. Prefería rechazar a su hijo, a verlo muerto. El Rey comprendió lo ocurrido y dejo que el hijo y la madre se marcharán juntos para siempre.
Los hijos no se divorcian como ya hemos dicho, y cuando se produce la ruptura sentimental de sus padres, los niños se baten entre los dos afectos. Quieren a su padre y quieren a su madre. Y quiere la atención de ambos sin dañar al otro.
Así que aunque la separación haya sido poco traumática, el periodo de adaptación a la nueva realidad lleva consigo un conjunto de alteraciones emocionales muy graves. De nuevo remarcar la ayuda profesional para que niño pueda aceptar la ruptura, y no vea la situación como un combate entre sus padres, estando el niño en medio, sino como un cambio que debe aceptar y gestionar adecuadamente.
Cuando el conflicto no acaba
Algunos divorcios pueden, por su naturaleza, ser auténticos calvarios para los hijos. Son aquellos que los padres actúan de forma dañina y poco constructiva. Al final, quien más sufre en estos casos son los propios hijos, como todos sabemos.
Los hijos no son integrantes de pareja. No se divorcian. No tienen culpa de nada. Por tanto, deben permanecer al margen de los problemas y decisiones de sus padres. No pueden convertirse en instrumentos de venganza, odios o disputas. Los hijos deben protegerse.
Los menores son personas aún dependientes. Necesitan a sus padres. A ambos, y necesitan que estos actúen como tales. Por ese motivo, toda pareja que se divorcia tiene que centrarse en llevar la ruptura lo mejor posible. Nuestros hijos necesitan el contacto con ambos progenitores para un desarrollo emocional saludable.
En los divorcios conflictivos y dañinos, es común que los hijos sean un instrumento para dañar al otro progenitor. Incluso en casos muy graves, los menores pueden llegarse a verse desasistidos y abandonados. Un daño irreparable a largo plazo.
El síndrome de alienación parental
En casos muy graves de divorcio, uno de los progenitores, como hemos citado en el apartado anterior, puede llegar a utilizar a su hijo para dañar al otro progenitor. Para ello utilizará la manipulación y el desprestigio para inculcar a su hijo el rechazo por el otro progenitor. Se produce así el denominado síndrome de alienación parental.
Este síndrome es una clase de maltrato psicológico infantil, donde la influencia de uno de los progenitores hace que el niño modifique la percepción del otro progenitor y lo rechace. Así, el niño se convierte en una herramienta para hacer daño al otro progenitor.
Estos casos ocurren cuando uno de los miembros de la pareja no sabe gestionar la ruptura por cualquier motivo, generando un sentimiento de rencor e ira que irá creciendo con el tiempo. Su voluntad siempre será hacer pagar a la otra persona todo ese dolor que sufre por la ruptura. Es decir, culpará siempre al otro progenitor del divorcio. Y el modo más efectivo que encontrará de hacerle daño será a través de su hijo. Así que convencerá mediante el uso de manipulaciones que su hijo perciba negativamente a su potro progenitor, llegando a rechazar sus visitas y su atención
El niño es una víctima, y debe ser protegido desde el primer momento del maltrato a que es sometido por uno de sus progenitores para dañar al otro. Son casos que se debe tener una actuación psicológica, asistencial y judicial, porque los hijos no tienen nada que ver con el divorcio, ya que los hijos no se divorcian.
De nuevo: los hijos no se divorcian
Todas las rupturas son dolorosas. Si lo son para las personas adultas y con una madurez emocional, imagínate como será para los niños, que difícilmente comprenderán qué ocurre y cómo afectará el divorcio a sus vidas.
Para ellos, la familia lo es todo. Sin ella su mundo se derrumba. Así que su dolor se puede trasformar en diversos trastornos y alteraciones psicológicas y emocionales. Para que esto no ocurra, debe haber un divorcio conciliador y una relación natural y madura entre los padres. Además de que los niños, en estos casos, necesitan ayuda psicológica que les ayude a entender que ha ocurrido y cómo lo pueden gestionar adecuadamente.
Las parejas pueden romperse o no. Eso nunca se sabe. Las relaciones amorosas son inciertas. Pero los hijos serán nuestros hijos para siempre. Deben ser protegidos, amados, y respetados, porque para ellos nosotros somos su todo. Los hijos no se divorcian.
Daniel Molina, Psicólogo Emocional Online