Momentos que no podemos dejar de comer
Comer es una necesidad. Todo ser vivo necesita aportar energías para afrontar su día a día, y ello lo consigue mediante la ingesta de alimentos. El ser humano necesita comer diariamente para poder sobrevivir. Como seres racionales que somos, el estado mental es esencial a la hora de realizar cualquiera de las ingestas diarias. Existen momentos que no podemos dejar de comer.
Factores como nuestro estado de ánimo, cuanto estrés hemos acumulado, o lo nerviosos que nos encontremos, determinan que nuestra necesidad por comer ciertos alimentos se vea propiciada por ello. Son esos días que sea por lo que sea, nos sentimos mal con todo, y tenemos que obtener una recompensa por ello, y es aquí donde llegamos a percibir cierto tipo de comida como un auténtico premio.
Es en esos malos momentos, cuando el hambre normal y el hambre emocional se entremezcla, y es donde surge la necesidad de comer alimentos poco saludables, y de forma impulsiva. Son momentos que no podemos dejar de comer, y es donde surgen los verdaderos problemas, y donde pueden aparecer ciertos trastornos alimentarios, como el trastorno por atracón o la bulimia.
Los alimentos se tienen que considerar cómo “nuestro combustible diario”, y es normal que a veces nos apetezca comer una cosa u otra. Lo patológico es cuando la necesidad de comer jamás desaparece, y se torna constante e insistente. La comida no puede ser jamás el centro de nuestras vidas, ni la reguladora de nuestro estado de ánimo. Los alimentos no pueden convertirse en premios, ni en una necesidad emocional.
Normalmente, una mala alimentación siempre va asociada a un mal estado emocional y psicológico. Cuando el hambre emocional aparece es porque los alimentos se convierten en una necesidad, que debe tapar o saciar una carencia emocional que padecemos en ese momento. Corresponde una ingesta impulsiva, insana, y destinada a aliviar un pesar emocional, aunque sea de forma momentánea o pasajera.
Diferencias entre hambre normal y hambre emocional
En los momentos que no podemos parar de comer, siempre coinciden con momentos oscuros, en lo que sentimos un gran pesar en nuestro corazón y nuestra alma. Son momentos en los que buscamos algo que nos alivie ese sufrimiento emocional, y la comida suele convertirse en algo que nos puede aliviar emocionalmente, aunque sea de modo momentáneo. Cierta comida se convierte en esos momentos en una necesidad imperiosa a la hora de mejorar ese estado de ánimo tan bajo que estamos sufriendo, sea por el motivo que sea.
Entre las diferencias más notables entre hambre normal y emocional, nos encontramos:
Hambre normal Hambre emocional
-Aparece poco a poco. -Aparece de repente.
-Puede ser cualquier alimento. -Son alimentos poco saludables.
-Se puede esperar. -Ingesta impulsiva.
-Dejas de comer y estás satisfecho. -Nunca se está saciado.
-Te sientes bien después de comer. -Te sientes culpable después de comer.
Cuando la alimentación es emocional
Hay días y momentos en los que nos sentimos realmente mal. Nos encontramos tristes y vacíos. Son momentos tan oscuros que hasta nos cuesta respirar. Es entonces cuando buscamos algo que nos alivie de ese sufrimiento vital. Sea lo que sea. Y es en ese momento nos acordamos que, si comemos alguna cosa determinada y rica, ello nos aportará algo de felicidad y alivio. Obviamente, es una trampa, porque una vez que hemos realizado esa ingesta, es cuando aparecen los temidos sentimientos de culpa. Es entonces cuando empezamos a echarnos la culpa, por ser incapaces de controlarnos y caer en nuestras tentaciones. Es un problema muy grave, aunque intentemos esconderlo mediante afirmaciones tales, como que son caprichos. No son caprichos, son una necesidad en esos momentos. No se come ciertos alimentos cuando estamos bajos de moral por capricho, sino por aliviar nuestro dolor, sea del modo que sea.
Los alimentos que se comen cuando nuestra hambre es emocional, suelen ser aquellos hipercalóricos, donde sus niveles de grasas y azúcares son muy elevados. Ello es debido a que esas sustancias son capaces de liberar diversos neurotransmisores que nos llegan a proporcionar alivio, y cierta sensación de felicidad. Es una recompensa inmediata cuando estamos realmente mal anímicamente.
En los momentos que no podemos dejar de comer, debemos plantearnos buscar ayuda de inmediato si no queremos desarrollar un trastorno alimentario. Cuando una persona ha experimentado ese alivio momentáneo, siempre buscará la misma respuesta cuando se encuentre mal. Buscará comer ciertos alimentos para conseguir el bienestar que ya consiguió anteriormente. Lo malo que cada vez necesitará comer más, porque su estado de ánimo no ha sido tratado psicológicamente, y cada vez se agravará más los problemas.
El hambre emocional nunca estará destinada a saciar el estómago, sino aliviar nuestro dolor, y aliviar nuestra mente. Se convierte en una necesidad peligrosa, ya que ningún alimento puede ayudarnos a aumentar nuestro estado ánimo. No existe nada material para hacernos, ni siquiera los medicamentos. Para poder aumentar nuestro estado de ánimo, y curar nuestras heridas emocionales, tenemos que pedir ayuda profesional, es decir, mediante terapia psicológica.
Cuando nos sentimos culpables por comer
Lo realmente cierto es que la sociedad ignora ciertos temas, y llegamos a generalizar ciertas problemáticas. Es más sencillo jugar que preguntar. Si alguien se ve empujado por si mismo y sus emociones a comer, es porque tiene un problema subyacente que debe tratar, no es porque quiera, o porque no se sepa controlar. En una sociedad centrada en la imagen, la nutrición se ha convertido en un tema controvertido. Es cierto que hay que comer bien para estar sanos, pero también nos tenemos que dar algún que otro capricho, siempre que sea eso, y no sea comida que intente aliviar nuestro dolor emocional.
No debemos minimizar esta problemática. El hambre emocional puede destruirnos anímica y emocionalmente. No es tan importante lo que comemos, como por qué lo comemos, y qué intentamos sanar con ello. Cuando una persona acaba por darse un atracón en un momento de bajón anímico, lo primero que padece es un fuerte sentimiento de culpa. Ello es terrible. La culpa nos destruye y nos hunde más aún en nuestro pozo personal.
Así que, no juzguemos a quien come en demasía en ocasiones adversas. Tenemos que Escucharlos. Tienen mucho que decirnos, y nosotros mucho que ayudarles. Entendamos que esa ansiedad por comer no responde a una necesidad, si no es una herramienta para aliviar, aunque sea de modo momentáneo, su dolor y su angustia. No vayamos a lo fácil, y entendamos que el hambre emocional es un síntoma de un trastorno mayor, como puede ser la ansiedad o la depresión, y la persona necesita ser tratada.
Cómo tratar los momentos que no podemos dejar de comer
Los momentos que no podemos dejar de comer es un síntoma de un trastorno mayor que permanece oculto, en un segundo plano. Dicho trastorno puede ser ansiedad, y también depresión. El hambre emocional es fruto de nuestro estado anímico, y de nuestros niveles de estrés o ansiedad que hemos llegado a soportar.
Para tratar dicho síntoma debemos tratar el problema raíz, que en estos casos puede ser ansiedad, depresión, o ambos trastornos juntos. Cuando tratemos estos trastornos subyacentes, los momentos que no podemos dejar de comer, irán desapareciendo, porque esa necesidad dependerá de cómo gestionemos nuestro estado de ánimo, y nuestro nivel de ansiedad. El tratamiento psicológico siempre ayudará a quien padece hambre emocional a poder controlar sus impulsos, y esa necesidad imperiosa desaparecerá por completo. Así que, si experimentas hambre emocional, no lo dudes, y trata aquello que te duele y te hace daño. ¡Adelante!
Daniel Molina, Psicólogo Emocional Online