La queja
La queja es bien conocida por todos. Conocemos a esas personas que siempre se están quejando por todo. A menudo hemos tenido que aguantar a regañadientes sus continuas quejas. A veces esas personas hemos sido nosotros mismos por etapas negativas de nuestra vida, y nos han tenido que aguantar.
Las quejas son una gran losa que poco a poco va pesando más y más en nuestro estado de ánimo. Nos quejamos porque necesitamos exteriorizar todas esas emociones y pensamientos negativos. Creemos que eso nos hará sentir mejor, pero lo cierto es que nos cansamos de esa negatividad y las personas que nos rodean también.
Existen personas que fijan su experiencia y las relaciones con los demás mediante la queja. Quejándonos nos convertimos en víctima, y buscamos la empatía e de los demás. Queremos ser comprendidos y apoyados, pero la negatividad solo trae negatividad. No se soluciona nada con ello, y solo hace que nos cansemos de nuestro discurso interno y alejar a las personas que están a nuestro lado. Nadie quiere aguantar quejas continuamente.
La ciencia nos dicta que la negatividad hace que nos sintamos peor. Exteriorizar las emociones negativas puede que nos parezca bueno, pero no lo es, ni para la persona que se queja continuamente como para quien le escucha.
Quejarnos puede alterar nuestras redes neuronales, pudiendo tener serias repercusiones para nuestra salud mental. Toda negatividad tiene su eco en nuestra mente y en nuestro cuerpo, haciendo que ambos se enfermen.
Reacción de nuestra mente a las continuas quejas
En este preciso nuestro cerebro está trabajando. Se producen millones de conexiones. Cada estímulo externo llega a nosotros a través de los sentidos, y entonces es cuando nuestra mente reacciona.
Cuando nos quejamos, nuestro cerebro se llena de información negativa que trasforma en pensamientos de igual índole. Esa negatividad si la alimentamos acabará alterando nuestro estado de ánimo y la forma de percibir el mundo que les rodea. Cuando más nos quejamos, pero percibiremos los estímulos que nos llega de nuestro entorno. Esa visión trasforma toda nuestra mente y el funcionamiento del cerebro, que dejará de lado los caminos neuronales que potencian lo positivo y beneficioso para nosotros.
La queja roba energías
Todos hemos conversado con esa persona que se queja continuamente de todo. Se queja de sus relaciones, de su trabajo, de sus familias, de cómo le trata la vida, etc. Son personas que necesitan compartir su negatividad y depositarla en los demás. Cuando hemos topado con esas personas, cuando acaba la conversación y cada cual coge su camino, hemos resoplado. Nos falta energía. Esa persona ha absorbido toda nuestra positividad y energía. Hemos dejado que nos la robe.
Las personas que se quejan nunca hacen nada para remediar su situación. Se han quedado en la comodidad de la queja. Piensan que quejarse les ayudará a obtener aquello que desean, pero es todo lo contrario, no solo no consiguen aquello que anhelan, sino que las personas que les rodea cada vez se irán apartando más de ellos.
Por tanto, que decir que la queja en si no sirve para nada, solamente para empeorar las cosas. Cuando algo no nos guste de nuestra vida hay que ponerse a trabajar para cambiarlo. No es fácil, todo lo sabemos, pero lamentarse no nos va a sacar del pozo donde estamos.
Todo está en tus manos
Todos nos podemos quejar. Es necesario mostrar nuestro desacuerdo ante ciertas cosas que no nos gustan. Pero no podemos amoldar nuestra vida ni someterla a la queja. No caigamos en la trampa de querer llamar la atención de los demás con nuestro victimismo y visión negativa de la vida. Solo sirve para hundirnos más. Debemos dejar a un lado ese estilo de vida y ponerse en acción para cambiar todo aquello que no nos gusta en nuestra vida. Debemos tomar una postura activa, tomada a través de nuestra decisión.
No debemos quejarnos continuamente, son hacer nada al respecto. Debemos ponernos en marcha e ir cambiando todo aquello que nos disgusta de nuestra vida. Cuando cambiamos nuestro pensamiento podemos cambiar nuestra vida. Vive positivamente y con una actitud activa. Solo debemos tomar decisiones.
Daniel Molina, Psicólogo Emocional Online