
🔄 El victimismo crónico nos ata al dolor y nos quita poder. La verdadera libertad empieza cuando asumimos la responsabilidad de nuestra vida. 🌱
Qué es el victimismo crónico
A ver, seamos sinceros: todos, en algún momento, nos hemos sentido víctimas. Nos hemos quejado, hemos buscado consuelo, incluso hemos necesitado que alguien nos diga “tienes razón, fue injusto”. Eso es humano. Pero el victimismo crónico es otra cosa. Es quedarse atrapado en ese rol, día tras día, hasta convertirlo en una identidad.
Y lo he visto. Personas que, sin importar la situación, se colocan automáticamente en el papel del agraviado. Que usan su sufrimiento —a veces real, a veces convenientemente exagerado— como una herramienta para conseguir lo que quieren. ¿Atención? ¿Control? ¿Evitar responsabilidades? Todo vale. Y lo peor es que les funciona. Decir que hacerse la víctima ayuda a manipular y conseguir todo aquello que desean.
Con el tiempo, ese comportamiento deja de ser una respuesta a una situación puntual. Se vuelve un patrón, una forma de moverse por la vida. Y claro, cuando eso pasa, el daño ya no se limita a quien se comporta así… se extiende a quienes están a su alrededor, que terminan emocionalmente drenados. El victimismo crónico es el resultado de comprender que la manipulación les funciona, y les permite conseguir todo aquello que quieren alcanzar.
Características del victimismo crónico
Al principio, puede parecer que esa persona está pasando por una mala racha. Y claro, uno se apiada. Pero con el tiempo, empiezas a notar que siempre hay una excusa, siempre hay alguien culpable. Que cada conversación gira en torno a sus desgracias.
Las señales del victimismo crónico son bastante claras, si sabes qué mirar. Y entre ellas encontramos:
- Se quejan de todo. Incluso del clima, del café, de la sonrisa del vecino.
- Reinterpretan cada gesto, cada palabra, como un ataque personal.
- Nunca tienen culpa de nada. Jamás.
- Esperan que los demás resuelvan sus problemas. Siempre.
- Te manipulan con frases que desarman: “nadie me entiende”, “todo me sale mal”, “todos me abandonan”.
Y es que estas personas no solo manipulan, también agotan. Porque sí, suelen ser muy poco empáticas y muy centradas en sí mismas. Les importa más lo que ellos sienten que lo que provocan en los demás. Y lo más difícil es que muchas veces ni siquiera se dan cuenta del daño que hacen. Viven convencidos de su historia, como si el mundo entero conspirara en su contra. El victimismo crónico destruye a las víctimas verdaderas y a quien emplea este tipo de manipulación.
Diferencias entre el victimismo y hacerse la víctima
| Victimismo | Hacerse la víctima |
|---|---|
| Es una actitud o patrón de comportamiento donde la persona se percibe y se muestra constantemente como víctima, aunque no siempre lo sea objetivamente. | Es una acción puntual o estrategia consciente en la que alguien exagera o finge ser víctima para obtener algún beneficio o evitar responsabilidades. |
| Suele ser inconsciente y estar arraigado en la personalidad o en experiencias pasadas. | Generalmente es intencional y se utiliza de forma calculada en situaciones específicas. |
| La persona puede sentirse indefensa, impotente y esperar que otros resuelvan sus problemas. | La persona manipula la percepción de los demás para obtener compasión, atención o evitar consecuencias. |
| Puede generar relaciones de dependencia y dificultad para asumir responsabilidades. | Suele generar desconfianza o rechazo cuando los demás detectan la manipulación. |
| Requiere trabajo personal y, a veces, ayuda profesional para superarlo. | Puede ser corregido si la persona toma conciencia de su conducta y decide actuar con honestidad. |
Cómo afecta a quienes están alrededor
Ahora bien, si convivir con alguien así fuera fácil, no estaríamos hablando de esto. Porque el victimismo crónico no solo es una manipulación, también hiere. Y mucho.
He visto con mis propios ojos lo que el victimismo crónico puede causar. He visto personas apagadas, sin energía, llenas de ansiedad. Personas que empieza a dudar de sí misma, que se siente culpable por todo, que vive con miedo a decir algo “que pueda herir”. Porque claro, el victimista siempre se las arregla para dar la vuelta a todo y presentarse como el dañado.
Y eso, a largo plazo, no solo desgasta… rompe. Rompe amistades, parejas, familias, equipos de trabajo. Nadie quiere vivir justificando cada paso. Nadie quiere caminar con la sensación de que cualquier cosa puede volverse en su contra. Es como vivir pisando cristales descalzo. Te acostumbras, pero siempre terminas sangrando.
Origen del victimismo crónico
Como todo, el victimismo crónico también tiene su origen. Pues como casi todo en la mente humana, de puede surgir de varios factores a la vez. A veces de una infancia sobreprotegida, otras de traumas no resueltos. También puede haber trastornos de personalidad de fondo o simplemente un entorno que, sin querer, reforzó ese comportamiento desde el inicio.
Pero lo que me parece más claro es que el victimismo crónico es una estrategia de manipulación. Aprendida, claro. Pero estrategia al fin. Una forma muy efectiva de conseguir cosas a través de la culpa ajena. Porque, vamos a decirlo sin rodeos: cuando alguien consigue lo que quiere por hacerse la víctima… repite. Porque funciona. Porque el otro, al sentirse mal, accede.
En psicología, eso se llama beneficio secundario: hago algo negativo, pero recibo algo “positivo” a cambio. En este caso, atención, compasión, control emocional. Y ahí empieza el bucle.
Diferencia del victimismo crónico con la autocompasión
Aquí quiero hacer una pausa. Porque es muy fácil confundir victimismo con autocompasión, y no tienen nada que ver. La autocompasión es mirar tus heridas con cariño, darte espacio para sentir sin castigarte. Es decirte: “esto me duele, pero voy a cuidar de mí”. En cambio, el victimismo es apuntar con el dedo. Es decir: “esto me duele… y tú tienes la culpa”.
La autocompasión nos hace avanzar. Nos empuja a buscar soluciones, a pedir ayuda, a sanar. El victimismo crónico nos estanca. Nos deja atrapados en la queja, en la rabia, en la impotencia.
Cómo afrontar el victimismo crónico y poner límites
Aquí viene lo difícil: poner freno al victimismo crónico. Porque claro, cuando tú pones límites, el victimista sufre. Y cuando sufre, más se victimiza. Y cuando más se victimiza, más te puede manipular. Pero poner esos límites es totalmente necesario.
- Primero, deja de jugar el juego. No entres en la dinámica del “yo soy culpable, tú eres inocente”. Eso solo alimenta el ciclo.
- Después, pon límites claros. No bruscos. No crueles. Claros. Del tipo: “entiendo que esto te duela, pero no puedo hacerme cargo de tus emociones”. Eso, dicho desde el respeto, puede ser liberador.
- También ayuda mucho fomentar su autonomía. No hacerles todo. No resolver por ellos. Acompañar sin cargar. Y, por supuesto, buscar apoyo profesional si lo necesitas. Porque esto desgasta a nivel emocional, y lo hace muchísimo.
Poner límites no te hace malo, todos debemos hacerlo en todas las relaciones. De ese modo, se construyen las relaciones más sanas a nivel emocional. Y muchas veces, es la única forma de romper con una dinámica que te está devorando por dentro.

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Tratamiento para el victimismo crónico
Superar el victimismo crónico no es un paseo. Pero tampoco es una condena. No hay que ser de hierro, pero sí hace falta una pizca de coraje… y muchas ganas de dejar de girar en círculos. El primer paso —y quizá el más duro— es dejar de buscar culpables afuera y empezar a mirar hacia adentro, sin adornos ni excusas.
Por suerte, la psicología nos ha dejado un montón de herramientas útiles. No recetas mágicas, claro, pero sí recursos valiosos que pueden cambiarlo todo si hay intención real de sanar.
Una de las más efectivas es la terapia cognitivo-conductual (TCC). Básicamente, te ayuda a identificar y desmontar esos pensamientos automáticos que alimentan la narrativa del «todo me pasa a mí» o «el mundo está en mi contra». Y cuando uno logra mirar con otros ojos, aunque sea un poquito, las cosas empiezan a cambiar.
También está la terapia sistémica, que es como mirar el mapa completo. Porque, muchas veces, el victimismo no nace en soledad. Se construye en la relación con los otros. Con la familia, la pareja, el trabajo. Esta terapia analiza esas dinámicas enredadas que nos atrapan sin que lo notemos.
Luego está el mindfulness, que puede sonar a moda de Instagram… pero funciona. Y mucho. Te enseña a observar lo que sientes sin dejar que te arrastre. A respirar cuando tu cabeza quiere explotar. A quedarte con lo que es real, no con lo que imaginas. Para alguien que tiende a dramatizar —como quien ha vivido mucho en el rol de víctima—, esto puede ser una tabla de salvación.
Y por último, aunque a veces se pasa por alto: la psicoeducación. Aprender sobre lo que te pasa es liberador. Entender cómo funciona el victimismo, por qué duele tanto, cómo se retroalimenta… es como encender la luz en una habitación oscura. Ya no das tantos tumbos. Ya no te sientes tan perdido.
Eso sí, y esto es clave: todo esto solo sirve si hay voluntad real de cambiar. Ir al psicólogo solo para seguir contando la misma historia una y otra vez, esperando un “pobrecito”, no lleva a ninguna parte. La terapia no es para tener razón. Es para transformarse.
Los beneficios de la terapia online para sanar las heridas del victimismo crónico
Y hablando de buscar ayuda… si hay algo que ha sido un verdadero respiro para muchas personas, eso es la terapia online.
- Primero, porque es accesible. Ya no importa si vives lejos, si trabajas hasta tarde o si no puedes permitirte el desplazamiento. Con un móvil, auriculares y un rincón tranquilo, basta.
- Segundo, porque es cómoda. Nada de salas de espera incómodas ni miradas ajenas. Estás en tu espacio, en tu mundo. Y eso, cuando se trata de abrir el alma, vale oro.
- Tercero: la variedad. Puedes elegir entre decenas de profesionales, según tu necesidad, estilo, energía. Puedes probar, cambiar, explorar. Sin miedo a herir susceptibilidades. La libertad de elegir con quién y cómo sanar, eso también es parte del proceso.
- Y además, hay algo muy práctico: la continuidad. Porque seamos realistas, hay días en los que todo se complica. Pero la terapia online te permite mantener el ritmo, incluso en medio del caos. Incluso cuando sientes que no puedes con nada más.
La verdad es que muchas personas que han vivido a la sombra de un victimista crónico —con años de culpa, confusión y dolor a cuestas— encuentran en este formato un refugio. Un lugar donde empezar a reconstruirse, paso a paso. A su ritmo. Sin prisa, pero con intención.
La terapia online no es un atajo, pero sí una gran aliada para quienes necesitan sanar sin complicarse más de lo necesario. Y a veces, solo eso ya es una victoria.
Preguntas frecuentes sobre el Victimismo crónico
El victimismo crónico es una actitud o patrón de comportamiento donde la persona se percibe constantemente como víctima de las circunstancias, culpando a los demás de sus problemas y evitando asumir responsabilidad personal. No es un trastorno mental reconocido, pero puede afectar gravemente las relaciones y el bienestar emocional.
Algunas señales incluyen quejas constantes, tendencia a culpar a otros, dificultad para aceptar críticas, baja autocrítica, visión pesimista de la vida, manipulación emocional y relaciones conflictivas con los demás.
Puede originarse por experiencias traumáticas, carencias afectivas, baja autoestima o como mecanismo de defensa para evitar asumir responsabilidades. En ocasiones, la persona no es consciente de su actitud y la mantiene como una forma de obtener atención o evitar el cambio.
Sí, suele generar conflictos, resentimiento y desgaste en las relaciones. Las personas cercanas pueden sentirse agotadas o manipuladas, lo que dificulta el apoyo y la convivencia.
Es importante escuchar con empatía, evitar reforzar la actitud victimista y animar a la persona a asumir responsabilidad sobre sus acciones. En casos persistentes, la ayuda profesional puede ser clave para trabajar la autoestima y los patrones de pensamiento.
Sí, con autoconocimiento, trabajo personal y, en muchos casos, apoyo psicológico, es posible modificar los patrones de victimismo y desarrollar una actitud más responsable y positiva ante la vida.
Conclusiones
El victimismo crónico no es simplemente una forma molesta de ser. Es una trampa emocional. Una cárcel mental donde el dolor se convierte en argumento, y la culpa… en herramienta.
Y sí, a veces el que se victimiza no lo hace con maldad. Quizás ni siquiera lo ve. Quizás aprendió que esa era su única forma de ser escuchado, de ser querido. Pero eso no lo hace menos dañino. Porque las consecuencias, aunque no sean intencionadas, son reales.
Quienes viven cerca de alguien así —y lo sufren en silencio— terminan por perderse. Se sienten confundidos. Vacíos. Sin saber si el problema son ellos. Con el corazón desgastado y la autoestima hecha migas. Por eso es tan importante hablar de esto. Ponerle nombre. Y más aún: ponerle límites.
Y si te sentiste identificado en algún momento… si pensaste “yo he estado ahí”, déjame decirte algo que ojalá alguien te hubiera dicho antes: no estás loco. No eres egoísta. No estás exagerando. Solo estás cansado de cargar con culpas que no te corresponden. Salir del bucle es posible. Pero requiere una decisión: la de dejar de sostener el mundo de otro a costa del tuyo. La de priorizar tu salud emocional, aunque al principio duela.
Porque sí, todos tenemos derecho a caernos. A pedir ayuda. A sentirnos mal. Pero nadie —absolutamente nadie— tiene derecho a usarte como instrumento de su drama.
Todos nos hemos topado con esta clase de personas que se hacen las víctimas, y quieren manipular a los demás. Es el victimismo crónico. Pero con límites. Con tiempo. Con acompañamiento. Y con una decisión firme de volver a ti. Porque no naciste para arrastrarte en la culpa. Naciste para vivir en paz. Y sí… se puede.
Daniel Molina, Psicólogo Emocional Online
Sobre Daniel Molina
Soy Daniel Molina (n.º colegiado: 20237), Psicólogo Clínico especialista en Terapia Online con más de 12 años de experiencia.


