¿Qué son los Ataques de pánico?
Podríamos definir un ataque de pánico como aquella crisis donde la persona experimenta un elevado nivel de ansiedad, y ello se prolonga en el tiempo. Nuestro organismo tiene que responder a tanta presión. Cuando estamos sometidos a un gran estrés durante un gran periodo de tiempo, nuestro cuerpo y nuestra mente se va tensando con la misma intensidad. Al final toda esa tensión debe ser expulsada, y lo hace mediante los ataques de pánico.
Durante los ataques de pánico nuestro cuerpo se tensa al máximo. Notamos taquicardias. Nos duele el pecho. Sudamos. Nos mareamos, y aparecen pensamientos catastrofistas. Aparece una sensación de asfixia intensa. Creemos morir, pero toda esa tensión va remitiendo con el paso de los minutos, y todo vuelve a la normalidad.
La duración media de los ataques de pánico se sitúa alrededor de los 10 minutos de duración. Una vez pasado ese tiempo, la persona comenzará a relajarse. Es común que durante un ataque de pánico la persona crea que va a morir, ya que los síntomas aparecen de manera muy intensa, y quien los padece cree perder el control. Por ese motivo es importante mantener la calma, y volver a un estado calmado lo antes posible. Los pensamientos negativos solamente agravarán la crisis.
Metáfora de la olla a presión
Para entender en qué consisten los ataques de pánico, podemos utilizar la metáfora de la olla a presión, para ayudarnos a entender qué ocurre cuando sufrimos estas crisis de ansiedad provocadas por el miedo y el estrés.
Visualiza una olla a presión. El agua al principio está fría y poco a poco comienza a hervir. Una vez que el agua se encuentra en un punto alto de ebullición, comienza a generar vapor. Ese vapor crea una presión cada vez más grande. Existe un momento en el cual la olla no puede soportar tanta presión, y suelta el vapor mediante una válvula, y todo vuelve a empezar. La olla ira soltando toda aquella presión elevada.
Ahora piensa en tu mente. Estás sometido a un nivel de estrés y de exigencia muy elevados en tu día a día. Toda esa presión se va acumulando en nuestro interior. Entonces nuestra ansiedad cada vez se eleva más, y cuando la presión es tan alta que ya no se puede acumular más, nuestra mente expulsa toda esa presión mediante los temidos ataques de pánico. Por ello nuestro cuerpo se tensa hasta el límite y nuestra mente se bloquea. Todo esto ocurre hasta llegar a un punto en el cual hemos liberado toda esa tensión acumulada, y nos comenzamos a relajar de nuevo. Y si no se trata, volverá siempre a ocurrir lo mismo.
Nuestra mente se comporta como esa olla a presión. En vez de acumular vapor, nuestra mente acumulará tensión. Toda esa tensión deberá ser expulsada como la olla expulsa los vapores sobrantes. Y todo volverá a normalidad una vez nos libramos de esa presión. Pero si no tratamos nuestra ansiedad, el proceso volverá a aparecer.
Síntomas de los ataques de pánico
Entre los síntomas más comunes de un ataque de pánico son:
- Miedo.
- Mareos y nauseas.
- Sudoración excesiva.
- Dolor en el pecho.
- Pensamientos catastrofistas.
- Hormigueos en el cuerpo.
- Taquicardias.
- Temblores.
- Sensación de asfixia.
Los ataques de pánico no se pueden predecir. Ocurren cuando los niveles de ansiedad son muy elevados. Así que no podemos preverlos. Este hecho puede llevar a la persona que sufre esta clase de ataques a modificar su vida social, laboral y familiar.
Causas de los ataques de pánico
Entre las causas más comunes que desembocan en un ataque de pánico encontramos:
- Predisposición hereditaria y factores ambientales. Si tenemos una predisposición genética a padecer ansiedad, y existen unos factores que la desencadene, todo ello generará el temido ataque de pánico y el hecho de padecer niveles altos de ansiedad.
- Causas biológicas. Como la ansiedad generalizada, el estrés, hipertiroidismo, deficiencia de vitamina B, problemas del oído internos, hipoglucemia, etc.
- Miedos que la persona es incapaz de gestionar, y afecta a todos los ámbitos de su vida. Padecer esa fobia durante mucho tiempo y con una gran intensidad, puede desembocar en un ataque de pánico.
- Algunos fármacos tienen como efectos secundarios generar ataques de pánico como, por ejemplo, algunos antidepresivos, o sustancias estimulantes como la cafeína.
- Pensamientos obsesivos. Estar siempre pensando en qué ocurrirá y estar siempre alerta por ello, genera que al final nuestros niveles de ansiedad se disparen y padezcamos un ataque de pánico.
- Síndrome de abstinencia. Dejar alguna sustancia tóxica como las drogas, el tabaco o el alcohol, puede generar los ataques de ansiedad.
Ataques de pánico, una epidemia silenciosa
Se consideran a los temidos ataques de pánico como una epidemia silenciosa, que se extiende irremediablemente en nuestra sociedad. Vivimos sometidos a grandes niveles de estrés, y es tanta la presión que soportamos día a día, que nuestros niveles de ansiedad se elevan generando el denominado ataque de pánico. La ansiedad y sus consecuencias son una de las primeras causas de atención psicológica.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), tres de cada diez personas sufren ataques de pánico en algún momento de sus vidas. Es un porcentaje muy alto, ya que el 30% de la población los sufrirá. La OMS calcula que alrededor de seis millones de personas consulta cada año, por uno o varios síntomas de pánico. Y de esos seis millones, un millón presentan un cuadro sintomatológico completo y están en tratamiento.
Una de las razones que se barajan para explicar el auge de los casos de ataques de pánico es el modo de vida actual, donde el estrés es muy elevado y las posibilidades de aliviar toda esa tensión se ven reducidas, ya que también se reduce el apoyo social y familiar.
Problemas que generan este tipo de ataques
Cuando aparece los ataques de pánico notamos que el corazón comienza a latir con más velocidad. Se nos encienden todas las alarmas. Comenzamos a pensar que estamos sufriendo un ataque al corazón debido al dolor extremo en el pecho. Comenzamos a sudar. Nos mareamos. Sentimos nauseas. Creemos que vamos a perder el conocimiento y desmayarnos. Hemos perdido ene se momento todo el control de la situación.
Nuestra mente está sumergida en el dolor físico, y en el miedo a morir. Son 10 minutos que parecen horas. Pero poco a poco todos esos síntomas van remitiendo, y nos vamos sintiendo mejor. Estamos más relajados. El ataque de pánico ha parado, ¿cuáles son sus consecuencias?
Los ataques de pánico tienen inevitablemente consecuencias negativas, pero en ningún caso lleva a la muerte de la persona que los padece. Físicamente esta clase de crisis no tiene ninguna consecuencia nociva. Es más, si nos hicieran pruebas médicas, los resultados sería normales. No hay daños, por ejemplo, en el corazón.
Pero las consecuencias psicológicas y emocionales son muy grandes. Cada ataque de pánico hará que nuestros miedos y fobias arraiguen cada vez en nosotros. Nuestros temores se harán más fuertes, y la ansiedad se alimentará de ellos. Al estar constantemente en alarma, cualquier señal externa será interpretada por nuestra mente como una amenaza, e iniciará siempre un nuevo ataque de pánico.
Otra consecuencia es el aislamiento social y la evitación de las situaciones que tememos. Por ejemplo, es normal que una persona que sufre ataques de pánico, tema el hecho de padecer una crisis en público o ante personas. Esa persona hará todo lo posible por evitar estar fuera de casa, y de reunirse con más personas. Es aquí cuando la propia ansiedad genera problemas de fobia social y de agorafobia.
Ataques de pánico nocturnos
Una de las sensaciones que más nos cuesta gestionar es la incertidumbre. Tenemos miedo a un futuro que no podemos controlar. Eso nos aterra y hace que nuestros niveles de ansiedad se disparen sin frenos.
Los ataques de pánico no entienden de horarios ni de lugares. Normalmente, nuestra ansiedad acumulada elige salir por medio del ataque de pánico en los momentos en los que bajamos la guardia y estamos más relajados. Por ese motivo, puede aparecer la crisis cuando estamos en casa por la noche, incluso cuando estamos durmiendo.
Es bastante común sufrir los ataques de ansiedad cuando estamos en la cama. Es un momento en el cual dejamos nuestras preocupaciones a un lado y la mente comienza a relajarse. Son esos momentos, los propicios para expulsar al exterior toda la tensión que hemos acumulado durante el día o los días anteriores.
Cómo afrontar los ataques de pánico
Afrontar el pánico es nada sencillo. Cualquier persona que lo sufra o lo ha sufrido, puede confirmarlo. Pero no es una tarea imposible. Se requiere mucho esfuerzo y paciencia. Y ello parte de una decisión. La decisión para tratar aquello que nos atormenta.
Existen algunas claves para afrontar una crisis de angustia, como son:
- No gestionar adecuadamente nuestro nerviosismo hará que nuestro estrés se eleve.
- Los ataques de pánico no tienen ninguna consecuencia física ni mental. Todo nuestro organismo no sufrirá. Pero tenemos que tener en cuenta, que no tratar nuestro pánico hará que pueda haber secuelas psicológicas y emocionales.
- No intentes anticiparte al futuro. Lo que tenga que ocurrir, ocurrirá. Estar pendiente de todas las señales y estímulos hará que nuestros niveles de ansiedad se disparen.
- Debemos afrontar y tratar nuestros miedos, no evitarlo. La evitación hará que el problema se haga más grande, y se prolongue más en el tiempo.
- Acepta todas las emociones y sensaciones que experimentas.
- Utiliza estrategias para calmarte como, por ejemplo, ejercicios respiratorios o la meditación.
- Una vez haya pasado la crisis, retoma tus actividades de forma tranquila y pausada.
Cuando suframos un ataque de pánico debemos seguir los siguientes pasos, y así poder volver a la normalidad lo antes posible:
- Cuando aparezcan los síntomas: dolor torácico, sudoración, mareos, tensión muscular, etc. Siéntate o túmbate. Da igual si estás en casa o en un lugar público. Evita estar de pie. Si estás acompañado avisa a las personas de tu alrededor de lo que está ocurriendo.
- Cierra los ojos y céntrate en ti. Deja a un lado los estímulos externos.
- Deja a un lado los pensamientos de muerte inminente o pérdida de control. No pasa nada. Tu cuerpo se está tensando, y tienes que ayudarlo a volver a la normalidad. Así que, comienza a respirar pausadamente. Respira por la nariz y expulsa el aire por la boca. Masajéate el pecho. Intenta aliviar toda esa tensión.
- Tus pensamientos deben centrarse en algo positivo como, por ejemplo, que estás sufriendo una crisis pero que en breve pasará.
- En unos minutos te irás relajando. Sigue respirando. Cuando estés de nuevo bien, levántate lentamente, y tómate tu tiempo para continuar. Deja a un lado las prisas, y vuelve a rescontrarte.
- Por último, retoma tus actividades poco a poco. Y por encima de todo. Plantéate buscar ayuda profesional. Debes afrontar aquello que tanto temes y que te impide seguir adelante.
Cómo ayudar a alguien que sufre un ataque de pánico
Quizás hayas sufrido alguna crisis de pánico. Pero cuando le ocurre a otra persona, no sabemos cómo podemos actuar. A continuación, veremos algunas pautas sencillas, para ayudar a alguien que esté padeciendo un ataque de pánico. Y las pautas son:
- Si desconoces si la persona ha sufrido anteriormente un ataque de pánico, llama al servicio de urgencias, ya que quizás esté sufriendo otros problemas médicos como puede ser el asma o la diabetes.
- En esta situación es normal que la persona que intente ayudar se ponga muy nerviosa. Tranquilízate y respira hondo. Conserva la calma y de ese modo podrás trasmitírsela a la otra persona. Utiliza un todo de voz pausado, cálido y firme. Acompaña tus mensajes con contacto corporal. Quizás cógele la mano, por ejemplo. Que note que estás ahí.
- No le des órdenes. Pregúntale si toma alguna medicación durante las crisis. Sí es así, ayúdale a tomarla.
- Jamás discutas sus miedos. Sólo conseguirás ponerte y ponerle más nervioso. Sólo intenta tranquilizarle. Deja que experimente sus propias sensaciones.
- Quizás la persona quiera huir, o se quede paralizada, o a lo mejor, se encierre en una habitación. Haga lo que haga, acompáñala. Es importante que se sienta arropada.
- Aliéntala. Dile que comience a respirar lentamente. Intenta desviar su atención a cosas positivas, pero sin atosigarla.
- Escúchale y deja que se exprese. Eso hará que pueda liberarse de toda esa tensión y volver a estar calmada.
- Si puedes refréscala. Dale agua, mójale la nuca, el cuello y el rostro. Eso le aliviará mucho, más si estás sudando abundantemente.
- Y sobre todo acompáñala todo el tiempo. Si en un máximo de 15 minutos, la crisis de pánico no ha desaparecido o no ha rebajado al menos su intensidad, pide ayuda médica.
Daniel Molina, Psicólogo Emocional Online